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Sábado a la tarde, lejos (Eduardo Pérsico - Argentina)


El hombre, profesor de español o spanish professor, según, esperaba en Miami su conexión a New York un sábado a la tarde y se distraía viendo a unos de sombreros y tacones que sobreactuaban su versión yanki de zona rural.

Estos vuelan a Tampa, se dijo al oír sus palabras nasales y fingirse recién desmontados. Los tipos se imitaban a ellos mismos confundiendo el ‘Ser’ con simular ser; cowboys que cuando pibe llamábamos ‘convóys’.

The professor volvía de Waco, cerca de Dallas. Sumaba ya treinta años viviendo en USA donde al llegar lo conmoviera tanto paisaje irrepetible y el aire trayendo y alejando los sonidos. Por suerte el viento está libre de orgullos nacionales y de cartógrafos que discuten límites, pensó cuando alguien copó el salón de espera dando los brincos y chillidos de la polca peliculera donde la chica rubia se casa con el muchacho, valiente y trabajador...

Tanto tiempo lejos de Argentina entraban a dolerle. Los freeway vigorosos y las cascadas dando contraluz a la montaña ya le fatigaban la mirada, y acaso debiera rearmar su asombro ante tantas estrellitas y panoramas gigantes. ‘Hay que quitarse tanto paisaje y sobrecarga sensorial’, recordó comentar una noche con Mary, su mujer. Y al mirar a un pelirrojo que levantó una ceja desechando verlo, le sugirió ‘este cree que yo dinamité las Torres’…

Volvía de cuatro semanas en Waco University, rutina de su clase en el Hispanic Departament a la orilla del Brazos Ríver y de ver apagarse la tarde. Eso sí, siempre a mano los whiskys en aquella atmósfera de "Lo que el viento se llevó", su visión demorada del sur que tanto le reprochaba Mary, quien lo aguardaría en el departamento del Village.

Conocer es reconocer, pensó que diría Platón sin hablar de herencia genética ni cosa parecida cuando lo distrajo ver a un vaquero al ajustarse unos audífonos. Hacía muy bien el cowboy en oír música country, aunque si Platón entendía que la memoria humana; lo sufrido y amado; era la ilusión de estar soñando un sueño, ¿qué le resucitaría al tipo aquel hacer sonar sus espuelas en un aeropuerto?

Aunque empujarle metafísicas a ese valiente personaje, -según la invención literaria de Zane Grey- no era tarea para él. Un latino enturbiado por cuatro whiskys que además lo hacían añorar las palomas de los bares porteños, picoteando maní entre los bebedores de cerveza. Y por ese mismo borde etílico recibía el ambiente futbolero de un Los Andes versus Témperley cuarenta años atrás, memorable tres a tres sobre la hora. ¿Aquel empate fue también una idea de Platón..?

- Pasajeros a Denver, puerta diez -y uno alisó su sombrero al estilo John Wayne al desenfundar. A estos pelotudos que viajan a Tampa, -retomó the professor- les contaría de las presuntuosas palomas de Plaza de Mayo pero también de los torneos del sesenta, las épicas de Talleres de Escalada y las luchas tribales entre Almagro, San Telmo y Defensores. Y por favor, respeten mis cuatro whiskis from Dallas a Miami, yankis giles, porque a ustedes, ¿quién los eligió para marcarnos el paso y el camino? Presumen a puro sombrero, tacos y espuelas en Miami Airport que pueden cuánto quieren.

Todos se sienten ‘wasp’; white, angle, saxon, protestant, mientras el mundo cada día les queda más lejos y ustedes siguen negando que sin acrobacias de alcoba con negras, asiáticas y latinas la humanidad es puro verso. Vamos vaquero, ustedes son buena gente, -saludan, sonríen- aunque son viva viva la soledad y por tanto ignorar al resto ni vislumbran el desprecio ajeno.

Y al no saber exhiben orgullosos sus jardines con la ardillita que corre sobre la cerca, sin atisbos de músculo en el alma. Viven acallando el cañón de la palabra meta watching y watching TV en el salón de estar, desolados que cumplen un albedrío con instrucciones: 'circule con precaución, no trespassing y stop que te vigilan, yanki’. Así que no jodamos, sabemos quiénes son y por respeto a mis tragos, dejemos todo como está…

Los vaqueros se desgranaron por el salón y the professor deliraba viendo lazos desplegados, alguien silbó al caballo Silver y el resto midiendo quién meaba más lejos. Qué aburrimiento mientras en Buenos Aires serían las cuatro de la tarde, sobre el campito de Gerli caería un íntimo sol y en la tribuna de espaldas a la vía resonarían alientos y zapatasos. Y de vuelta en casa, qué oportuno sería un asadito con los amigos, comentar el partido tomando vino tinto; artera fantasía que entró a zumbarle en el cerebro junto al instinto de las palomas, Platón y las alienaciones del conocimiento.

-Pasajeros a New York, puerta catorce -anunciaron y ahí the professor, balanceando el cuerpo, preguntó al del audífono algo sin traducción posible.

- Che convóy, ¿no sabés cómo va el Porve? *

* (El Porvenir, tradicional equipo del ascenso argentino)

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