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No veo la hora de salir, para seguir cantando (José M. Pascual - Argentina)


Era el primer día de práctica para un psiquiatra que con el título recién impreso y una carta de recomendación, había llegado al internado, con muchos libros encima pero poca calle.
Transitó los largos pasillos acompañado por el director y entre preguntas, respuestas y comentarios llegaron al jardín, un lugar plácido donde todos suelen caminar hacia ningún lugar.
Al joven le llamó la atención un hombre que bajo un árbol observaba fijo una fotografía en blanco y negro con expresión nostálgica. Dirigiéndose al director le preguntó sobre el caso y él le respondió que era buen momento de empezar a trabajar, le palmeó la espalda y lo dejó solo.
El principiante entendió la cuestión y se dirigió hacia el hombre de la foto.
-¿Cómo le va?
-¿A mí? Fenómeno- Le respondió.
-¿Hace mucho que está acá?
-Y sí, creo que sí. Respondió el hombre con voz melancólica y sin soltar la foto.
Ninguna de las preguntas parecía disparar una conversación que le permitiera esbozar un diagnóstico.
Al día siguiente volvió al jardín y la postal era idéntica. El hombre, el árbol, la foto y ese aire fresco de la mañana. Esta vez fue el hombre de la foto el que inició la rueda del interrogatorio.
-¿Le gusta el fútbol doctor? -¿El fútbol? Sí, como a todos, es un lindo juego.
-¿Un lindo juego? -Volvió al ataque con una sonrisa socarrona.
-Es una pasión doctor, una pasión ¿entiende?- Y ahí nomás comenzó a contar una historia que su oyente desconocía.
-Era el año 67, una cosecha memorable; salimos campeones, los muchachos que fundaron el club esa noche templada de Marzo de 1903 en la salita de espera de la estación Barracas sur se cansaron de verlo campeón, pero cada campeonato tiene un gustito distinto. Como las mujeres, ¿Vio?. Todas iguales hasta que nos enamoramos.
-Después de la copa que decía que éramos los mejores de Argentina vino la Libertadores, 2 a 1 en la final contra Nacional de Montevideo. Cardozo y Raffo nos regalaron el título de los mejores de América.
-El camino siguió y nos llevó hasta Escocia. Enfrente el Celtic y alrededor 120.000 escoceses. Gracias al aguante de Cejas, Perfumo y el Coco, perdimos apenas 1 a 0.
-La revancha era acá, en Mozart y Cuyo, de locales. A los 21 minutos, 1 a 0 arriba el Celtic y todos nosotros buscando explicaciones en el cielo.
Pero el viejo Maschio, como esos caciques de las leyendas, no paró de empujar al malón hasta que maduraron los goles de Raffo y del Chango.
Se vino la final en campo neutral, allá en Montevideo. Uno de los cuadros memorables de la historia del deporte. La elipsis perfecta del zapatazo de Cárdenas y la pelota entrando en el ángulo superior derecho del guardián escocés. Todavía tengo la foto, mire que maravilla. Esa noche llegué al puerto de Buenos Aires en un estado tal que aunque traté de dar explicaciones me internaron directamente. Yo les hablaba sobre el Equipo de José y la Copa que decía que éramos los mejores del mundo, pero ya tenía el chaleco puesto.
-El primer Campeón Intercontinental argentino tenía los colores de mi corazón. Me diagnosticaron locura, paranoia, psicosis y no se que sarta de cosas, pero lo mío fue, es y será más simple Doctor. Hace como 30 años que me tienen acá y no veo la hora de salir para seguir cantando como aquella noche en el puerto.
-Usted cree que puede curarme y se equivoca, el fútbol es más que un lindo juego.

El hombre sacó de su bolsillo un papelito arrugado y se lo dio al doctor.
-Guárdese esto amigo y cuando lo lea imagínelo cantado por un desafinado coro de miles de almas.
El médico tomó el papel y comenzó a leer en voz alta lo que parecía la estrofa de un poema:

"En el este y el oeste
en el norte y en el sur,
brillará blanca y celeste
la Academia Racing Club"


Después de un silencio el joven de blanco guardapolvo sentenció: -Lo suyo es grave, realmente no le encuentro explicación.
-Todo los días se aprenden cosas doctor- Trató de explicarle el hombre de la foto. Y con una sonrisa como de resignación, le dijo:
-Hay pasiones inexplicables, ¿entiende?. Pasiones parecidas a la euforia, a la depresión, a la locura, a la alegría, al llanto y que están ligadas a los colores de una camiseta, por eso yo y todos los que sentimos así, sabemos lo que con orgullo padecemos. Algo que no se cura y que es simplemente eso, una pasión inexplicable.

(Un gracias! enorme a José M. Pascual, por cederme este cuento para compartirlo con la gente de "Los cuentos de la pelota")

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