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Hasta la médula -no digas nunca- (Norberto Krause - Agentina)


Lucas no era tímido. Los otros chicos del barrio eran buenos pibes, pero no de esos que cuando fueran grandes se bajarían del auto a correr contrarios que tiraran piedras. Más bien parecían de esos que nunca se animarían a ir de visitante. De hecho, ni iban de locales a ver al equipo del barrio...
En cambio a Lucas parecía quedarle todo cerca y era de esos que van a todos lados. Él iba con su camiseta blanca con franja marrón cruzándole el pecho, erguido y orgulloso, de la mano del “Loco Mazzini”. No iba a ver al equipito del Barrio. Lucas iba a Saavedra a ver a su Calamar querido.

Mazzini era un personaje no tan extraño como entrañable, que por lo bueno que se mostraba con los pibes no faltaban los que lo veían parecido a un buen cura. Pero él sabía que los niños más felices eran los que podían disfrutar lo que querían con el corazón. De ahí su costumbre de hacer hincha de Platense a todos los pibitos que pudiera.

Laburaba de portero en la escuela de Lucas en La Paternal. No de portero solamente. Hacía el mate cocido para el recreo largo, y Lucas lo tomaba rapidísimo para hacerse el jugador y practicar tiros libres pateando la pelota de balón. La que tenía preparada el profe para la hora de gimnasia. Esa vieja, de cuero, rellena con trapos. Esa que pesaba y no rebotaba. Esa.

Así que la rutina obligada del Loco era ir todos los días de Saavedra a la escuela y vuelta. La de Lucas, clavarla en el ángulo del tragaluz abierto del baño de las chicas, para asomarse a pedirla y de paso mirar a Claudia, la de 2º B, y robarle un besito en la comisura de los labios para darle las gracias. Y la de Claudia era ir al baño en el recreo largo.

A Lucas no lo ibas a ver arriba del para-avalancha, porque no le daba la altura para subirse. Pero él estaba “ahí”. A la hora de alentar, se sabía todas las letras, pero gritando con toda su fuerza no llegaban a escucharlo en medio de La Banda. Tampoco podía pretenderse más de un pibito de 8 años.

Lucas era hijo no reconocido. Su papá, ese que sólo había colaborado en su concepción, se había borrado cuando Armanda le dijo que esperaba mellizos. Se lo dijo una noche en que él vino a buscarla, de nuevo, a una esquina de Villa Fiorito, confundiendo aquella madrugada de alcohol, Carnaval y música de “Los TNT” con el trabajo de Armanda. Borracho desubicado que no sabía diferenciar a una honesta vendedora de flores de un travesti.

Del mellizo de Lucas se sabía más nada que poco. Sólo que en el Hospital, cuando nació Lucas, le dijeron a Armanda que estaba equivocada, que lo que habían sentido no eran latidos dobles, sino un extraño caso de “pared de sonido” o “devolución de latido”. Y que sólo vino Lucas, que curiosamente traía enredado en el cordón un cuerpo extraño, del tamaño de una pelota de golf, que mandarían al laboratorio. Nunca más se supo del mellizo ni de la pelotita de golf. Nunca digas nunca.

Lucas no tenía un peso. Claro, era chiquito. Pero su mamá menos que menos. La mudanza a La Paternal, el kiosco de flores y la inflación se comieron todo. El Loco Mazzini habló con los directivos de Platense por si lo podían fichar. Le preguntaron adónde había que ir a verlo.

Al recreo de la escuela- les dijo El Loco.

Se le cagaron tanto de risa que El Loco casi creyó cierto su apodo. ¿Cómo iba a ser bueno un pibito que jugaba a ser jugador en el recreo? Pssst...

El Loco lo adoptó como si fuera su propio hijo. Bueno, es una manera de decir, porque el sueldo de portero cocinero del colegio apenas alcanzaba para bancarse seguir al Calamar a todos lados, y mientras Lucas fuera chiquito lo hacía pasar de garrón. Pero al pibe por lo menos, le alimentaba la ilusión de estar “ahí”, donde su Corazón y el del Loco palpitaban y no me importa lo que digan cada vez te quiero más. Y se miraban y cantaban. Siempre. Y ya lo escuchaban.

Cuando a los 12 le pasó a Lucas lo que le pasó, Armanda se había ido a probar la vida o a darle la razón al padre, como se quiera interpretar. Y el único que apareció fue El Loco, que lo tenía como un hijo propio desde que se lo había llevado a Saavedra a vivir con él. Y Los Pibes de la Banda. Fueron tres meses de angustia peleando para que ese tren de mierda que lo traía de Avellaneda, aquella tarde del 3 a 2 a Tigre en cancha de Racing, no se llevara puesta la Esperanza.

El médico entró mirando para los costados a ver si encontraba a alguien parecido a Lucas. Cuando lo vió al Loco, que más o menos tenía pinta de Señor Portero, se lo llevó a Terapia. Y le explicó.

-“Hay un pibe internado, de la misma edad que Lucas. Hace un mes que le buscamos cura a una extraña enfermedad” –dijo-.

Y el doc le contó al Loco que el pibe se llamaba Diego, que había nacido en Villa Fiorito y que hacía un mes que estaba en coma porque “... necesitaría una médula nueva para salvarse y usted sabrá que eso, hoy, en 1972, es imposible...”

-“El pibe es adoptado, y no se sabe nada de los padres biológicos” –agregó el médico-

Y siguió contándole lo más asombroso que el Loco jamás podría haber imaginado escuchar: “Usted sabe que estos casos son muy extraños, y prefiero contárselo de una manera sencilla. De los estudios que le hicimos a Lucas en este tiempo que está internado surge que las características anátomopatológicas de su propia médula ósea son exactamente iguales a las de Diego, con una sola diferencia”

-“¿Qué diferencia, Doctor?” –se apuró a preguntar El Loco-

-“Bien. Hay una enzima de la médula de Diego que tiene cierta deficiencia y que por ahora no se ha hecho notar claramente en su evolución debido a su corta edad. Es la enzima que regula la temperatura del pecho en los adultos y estimula la destreza deportiva. Esta enzima está muy poco presente en Diego, es prácticamente nula, y abunda notablemente en Lucas. Podríamos decir que si Diego no hubiera tenido este problema y lograra llegar a una edad adulta con su actual médula, en su madurez sería un terrible caso de “frius pectoris” o “hipotermia pectoral”. Sin embargo, la médula de Lucas produce células hipercargadas de esa enzima, diría que en cantidad suficiente para varios miles de personas”

-“¿Entonces?” –volvió a preguntar El Loco

-“Entonces, hay un grupo de cirujanos en el Hospital de Niños que están en condiciones de experimentar una nueva técnica quirúrgica por la cual es posible trasplantar médula ósea de una persona a otra, con la condición de compatibilidad necesaria que sólo puede darse entre padres e hijos o...”

-“¿O qué, Doc...?”

-“O...”

-“¿O qué Doc?... Decílo Doc, decílo...!!”

-“O.... entre hermanos mellizos.”

-“Entonces... cag... digo...sonó el pibe...”

-“No, de ninguna manera” –dijo el Doctor- “Lo que le quiero hacer entender es que todo parece indicar que Lucas y Diego son.... son... son...”

- “...son dos buenos pibes que están pasando una situación de mierda y que se van al tacho en cualquier momento y que me conforme porque no es el único caso y que la reput...”

-“No, no, no..!!” –lo cortó el Doc-

-“Sí Doc, hágala corta. Si me quiere convencer que el pobre Lucas no zafará, pero que eso le puede pasar a cualquiera, inclusive a otro pibe lleno de vida como el que está en la cama de al lado y que...”

-“No, no, no...!!” –volvió a interrumpir el Doctor, que no encontraba las palabras-

-“¡¿Entonces qué?, ¿me querés explicar o querés que llame a Los Pibes?!”

-“Lo que quiero decir es que el único ser en esta Tierra que resulta tener la compatibilidad necesaria con Diego para hacerle un trasplante de médula es Lucas porque.... porque....

-“Porque... ¡¿qué?!" –loco ya El Loco-

-“Porque son mellizos....!!!” ...así que usted sabrá con quién anduvo teniendo hijos por ahí y verá que Dios es Grande y existe, y lo ha tocado a este chico Diego para que usted decida si es capaz de salvar a su hijo de lo que no puede salvarse, o hace que Diego pueda seguir vivo, o...”

-“o nada...!! Espere, doc... ¡pare..! yo no soy el padre de Lucas, ni entonces soy el padre de Diego, así que a mí no me tire con la culpa. ¿Cuál es el riesgo para Lucas?” –bramó El Loco-

-“El mismo que si continuara vivo 24 horas más” –dijo el médico- “Pero usted, entonces, no es el padre, pero.. yo creía que... me...”

-“Si, si, lo entiendo, pero mire... así como me ve, Loco y todo, no soy tan idiota como para pretender que usted sea adivino, así que le informo que Lucas no tiene padres y que yo trato de “hacer de”, sólo porque quiero tener un hijo de Platense. Sólo por eso, pero no viene al caso.... dígame... ¿qué tengo que hacer para salvar a Diego?”

-“No, nada... eh... sólo autorizar la operación, pero si usted lo quiere tanto a Lucas y prefiere que todo quede así, también estará bien.... no sé... es su decisión....” –dijo el Doctor-

-“Prefiero que Lucas no sufra más y que alguien pueda disfrutar de su energía por el resto de su vida”

-“Ah, entonces operamos ya” –dijo el médico abrazando al Loco-

-“¿Y lo de la enzima de la temperatura del pechito frío y todo eso que me dijo?”

-“No –dijo el Doctor- eso no es impedimento, sino al contrario, la médula de Lucas trasplantada a Diego hará que éste jamás sufra como adulto de hipotermia pectoral, ese riesgo inminente desaparecerá para siempre y la nueva médula permitirá que lleve sus habilidades y destreza deportiva a un nivel supremo.... aunque eso dependerá de él y de los que lo rodeen cuando sea más grande... pero bueno.... eeehhh... eso ya lo veremos cuando crezca...”

La operación fue un éxito. Para Diego. Lucas se hizo Ángel.

Pasó el tiempo y Claudia fue a bailar un sábado. En su grupito de amigos y chicas de todos los fines de semana, alguien había invitado a Diego, “un pibe de Fiorito que no sabés cómo juega a la pelota” –le dijeron cuando los presentaron-

El beso en la comisura de los labios que le dió el zarpado de Diego le hizo acordar algo de su escuela primaria... algo de 2º B, del recreo largo...., pero no supo bien qué. Fue un flash.
Se terminó de enamorar cuando Diego le contó, agrandado, que desde la panza de su mamá que venía tirando paredes con una pelotita de golf.

-“Qué loco sos...!”, dijo Claudia, con mirada enamoradísima y sintiendo un extraño olocito a mate cocido que... nada.

“En serio, en serio, yo tiraba paredes y alguien me las devolvía en la panza de mi mamá...¿por qué no me creés, mi Amor?” –zarpándose más todavía, y totalmente seguro de lo que decía-

El mellizo Lucas los miraba desde el Cielo. Estaba como en Saavedra y nunca hacía frío. Sonrió.

El fútbol le debe Una a los Hinchas de Platense. A los Hinchas de Platense hasta la médula, como Lucas. Como Todos.

Nota del autor: En el sitio oficial de Diego Armando Maradona puede leerse la historia oficial de lo que fue el debut de Diego en una práctica del equipo que luego se hiciera famoso con el nombre de “Cebollitas”.
Allí dice: “Una vez que toda la familia convenció a don Diego para que lo dejara ir a la prueba al Pelusa, hubo que esperar. Faltaba todavía. Fueron un par de días, nomás, pero a Diego le pareció un siglo. Al fin llegó. Entonces, una banda de pibes de Villa Fiorito se tomó el colectivo 28 (el verde, como le decían) hasta Pompeya. De allí, el 44 hasta llegar al complejo de entrenamiento de Argentinos, que se llamaba Las Malvinas. Entre todos ellos, había tres pibes, el Diego, el Goyo y Montañita, que no se separaban ni un minuto. Eso sí, cuando llegaron, la decepción fue de todos: llovía tanto, pero tanto, que las canchas no se podían ni pisar... ¡Se suspendía la prueba! ¿Se suspendía la prueba?
Vale detenerse un instante. No había sido fácil para Diego llegar hasta allí: el permiso de don Diego no valía para siempre, la plata para los boletos de colectivo costaba conseguirla, los entrenadores no tenían tanto tiempo como para andar yendo y viniendo con un grupo de pibes de Fiorito. ¿Habrá pensado Diego todo eso?
La voz de don Francis Cornejo, el entrenador, el descubridor de talentos, el conductor de aquel grupo que empezaba a nacer, lo sacó de su tristeza: "¡Vamos! Todos a la camioneta de don Yayo... ¡Nos vamos a otra canchita!". La camioneta era un Rastrojero algo destartalado y don Yayo era José Emilio Trotta, ayudante de Cornejo. La otra canchita resultó ser el Parque Saavedra...

(Mi agradecimiento a Norberto Krause por su autorización para poder publicar este cuento así como a Marcelo Benveniste de la página de Platense por su gestión a ese efecto)

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