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Uno como ninguno (Roberto Goinheix - Uruguay)

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(Un tributo a Álvaro 'Chino' Recoba)


Y ahí estábamos, tribuna Amsterdam rincón con Olímpica, como quien dice, mismo sobre el banderín. Ellos manejando diestramente la bañadera. Nosotros demasiado confiados en que los goles vendrían solos. Pero no venían. Se había ido el primer tiempo y ya casi todo el doparti, y seguíamos en esa trágica espera que de a poco desespera. Es decir, típico partido de cuadro grande contra cuadro chico donde la pelota no entra no porque no quiera sino porque nadie sabe cómo.

Un bodrio de los que duelen.

Para cuando el lobo, lagarto para algunos, se la alcanzó al 'Chino', la hinchada desesperaba repleta de angustia contenida. Entre la bronca y el desconsuelo, íbamos camino del matadero. No quiero ni acordarme. Faltaba poco pa que los que estábamos allí, sobre el banderín, nos pusiéramos de duelo. Con el drama instalado en las tribunas, el lobo se la dio ahí nomás de tan cerca.

El 'Chino' que la había visto pasar toda la tarde de aquí para allá, la recibió como a una novia. La mimoseó como si fuésemos ganando por goleada. Un tanto impúdico por demás, el 'Chino' no se daba cuenta que estaba en público. Daba la sensación que la extrañaba más de la cuenta. Sí, no había dudas. Le tenía ganas. La hinchada se lo quería comer crudo, y aquí los del banderín hasta garchar de dorapa. Las hinchadas suelen ser obscenas, y la nuestra no es la excepción.

El 'Chino' como si tal cosa, cabecita levantada, mimoseo va, mimoseo viene, comienza un trote de los que no te lleva a ninguna parte, como que te la va a pasar a vos pero cambia de idea, me la va a pasar a mí, pero no, tampoco, un mimito más y otro. Para el 'Chino' cualquier momento es bueno para amasarla y hacerla carozo, incluso, uno como éste. De tan virtuoso, un exagerado. Cruza el círculo central haciéndose el bobo todo lo posible. Al llegar a la frontera donde lo intrascendente deja de serlo, se las ve con el chifle, decidido a que es suficiente por hoy. Con los antecedentes del chifle no era para entretenerse.

Es de los que hacen equilibrio al filo de la roja repartiendo leña a domicilio. Así que el 'Chino' cambió de marcha, puso cuarta, quinta y al chifle lo dejó de a pie como te deja el 141 a las siete de la tarde. Ante la impotencia de perder el bondi, el chifle, experto en últimos recursos, intentó un manotazo caza loquivenga, si es camiseta, camiseta, si es lompa, lompa y si hubiesen sido las que le cuelgan, pobre 'Chino', mamita querida. A todo esto el 'Chino' ya se parecía más a un tren expreso que a un cacharriento 141. De ahí que el chifle se haya quedado con las ganas de fajarlo.

Revolcado él, no el otro. Pese a que como de costumbre hizo mérito, esta vez no dio ni pa amarilla. Frustrado, se lo tragó la tierra y desapareció del mapa.

Ya calado, el botija evitó ser boleta. Su zabeca ahora tenía precio. La consigna era bajarlo. Aterrizarlo a como dé lugar. No quedaba otra. El expreso se arrimaba al área custodiado por un montón. Ahí lo esperaba el defensa, bien plantado, con cara de pocos amigos, o para ser más gráfico, con cara de hasta acá llegaste, mi amor. Pero guarda! Antes de cantar flor, podía salir disparado de la galera uno de esos pases que te dejan solo frente al arco, o lo que es peor, un misil tierra-red. Claro, eso de llevarla atada es un vicio, y el hijo de puta no la largaba.

La hinchada, a esta altura de pie, entre el infarto y el CTI. El suspenso duró lo que duró el duelo 'Chino'-defensa. Ese que lo estaba esperando con cara de hasta acá llegaste. Ese que ni sé quien es porque en esta película hace de extra.

Nadie supo hasta ahora, ni sabrá nunca, por donde carajo pasó la globa. Menos aún, por donde pasó el 'Chino'. El replay deja constancia que la magia de la tele es nada comparada a la del 'Chino'. Una y otra vez se la lleva atada como si tal cosa, burlando el inexorable destino. Una y otra vez el defensa se queda trancando el vacío y cae impulsado por su exceso de confianza. Incontenible, el pendejo ingresa al área desafiando elementales normas de cortesía, así nomás, como perico por su casa, sin pedir permiso. Vale la pena volverlo a ver. El 'Chino' se acerca, pelota dominada, elude y sigue lo más pancho. Rebobino. Ahí viene otra vez, parece que no, parece que no, que no. No, pero sí. Da gusto. ¡Qué jugador! ¡Qué lujo! ¡Qué lo parió!

El golero salió a atorarlo. Espacios no había. De tan apretado que estaba, hasta un pedo moría asfixiado. Se imponía hacer uno de esos pases pa cualquier lado con la esperanza que de puro ojete cayera en el zapato apropiado. Se imponía uno de esos pases que si te salen bien sos el Gardel del día, el nuevo Maradona, y tocás el cielo con las manos, sos feliz y comes perdiz. O más que eso, se imponía desentenderse, hacerse el muerto y que cobren penal. Piernas en las inmediaciones sobraban. Dudosas intenciones, ni te cuento. Hasta cabía la posibilidad de que el juez cobre penal por su cuenta. Tan así de tensa estaba la situación cuando salió a atorarlo el golero, jugado a matar o morir. Ideal pa hacerse el gil y caer podrido. Gil, hacete el gil!

Lo cierto es que no la soltó. Contra todo pronóstico seguía con ella atada. El golero se volcó a un lado vaya uno a saber a raíz de cuál de todos sus amagues, y el guacho se le va por el otro, siempre sin perder prestancia. Fiel a su estilo, guinda atada, zabeca levantada, dominador absoluto de los avatares del juego, sincronización perfecta de cuerpo y mente. La tribuna, como era de esperar, al borde de la locura. Los del banderín todos enchalecados. Los de la barra alternando dosis de haloperidol y electrochoques.

El arco le había quedado a derecha. Demasiado chanfleado. Y se le había terminado la cancha. Desde que el lobo, por más datos también lagarto, se la había prestado, el suspenso se había ido renovando de continuo a medida que penetraba indemne la bañadera. Ahora, ya sin cancha, por un momento pareció que pegaría la vuelta para seguir bordando y llevársela pa su casa. Después dio la impresión que levantaría centro pa'trás. Con un poco de culo alguien la empujaría.

Los ranchos, atentos, todos al acecho, esperando el guantazo de la prodigiosa zurda. Hace rato que esperan que la largue. Desde que se la dio el lobo lagarto, allá por la quinta del ñato. Y siguen esperando, porque el botija ya tiene dos encima, tirados en plancha, con la esperanza del trancazo salvador. Trancazo salvador, las pelotas!

El Centenario en silencio sepulcral. El que vende pop acaramelado y el calentito café, haciendo la pausa que presagia fiesta. Todos hipnotizados. Costaba creer lo que se estaba viendo. Ni con un casco de realidad virtual se ven estas cosas.

Por fin, vino el guantazo. En aquel silencio, retumbó como solo el cuero retumba, estremeciendo la tribuna; estremecida la hinchada, estremecido el pavimento.
La novia comienza el viaje de despedida. El 'Chino' la ve partir, la tribuna inflar la red. Es hora de gritarlo, señores. De llorar de alegría. De disfrutar. De digerir la orgía de fobal.

La guinda recorre una a una las piolas y acaricia el alma de medio país. Hecha así de chiquita, guardada en el fondo de la red, parece un regalo recién abierto dedicado más a los amantes del fobal que a los fanáticos. Es para seguirlo gritando, señora, señor, fue gol del bolso, obra maestra de un mago. Atrás quedaba el tendal, cinco desparramados en el sopi y dos más que no llegaron a caer. La cara opuesta de la hazaña.

Los fanáticos, declarándole amor eterno, pretenden clonarlo. Es que sintieron hablar de la oveja Dolly y sueñan con un equipo entero de chinos para despilfarrar gambetas y lujos desmedidos. En su delirio de hinchas extremistas, ansían satisfacer la insaciable sed de victorias, hartarse de hazañas, ser eternamente invencibles. Pero las diferencias entre Dolly y el 'Chino' son abismales. 'Chino' hay uno solo. No tiene molde. Por eso la ilusión del equipo entero de chinos, a pesar del fanatismo, se fue al carajo. El próximo domingo, con un 'Chino' solo dentro de la cancha, se sufrirá como cada domingo. Por lo visto, me tendré que conformar con clonar mi garganta. Me quedó hecha mierda.

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